Sintomatología del miedo
El miedo es una emoción cuya función principal es la de buscar protección y evitar el peligro. Es una emoción súper funcional cuando se la necesita, pero muchas veces es una reacción sustituta frente a emociones peligrosas, como por ejemplo, la agresividad. Hoy te cuento 3 miedos muy comunes que probablemente te impidan llevar una vida más satisfactoria y conocer de dónde se originan.
MIEDO A LA ACCIÓN
Procastinadores levanten la manita. En vez de procrastinación, prefiero llamarle miedo a la acción porque esconde mucho más de lo que imaginamos. Te habrá pasado que te cuesta mucho terminar lo que empiezas o estás por iniciar algo y te distraes con lo que sea con tal de evitar el ACTO. Y no, no eres un bicho raro, ni hay nada malo contigo. Te cuento lo que pasa. El miedo a la acción es, en definitiva, miedo a nuestra propia ‘agresividad’.
Abro un paréntesis.
Te he contado en otros posts acerca de esta fuerza tan necesaria para la vida: la capacidad de ‘AGREDIR’ que no es nada más que la capacidad de transformar, ir hacia, CONTACTAR. Un ejemplo muy simple de ‘agresión’ muy funcional es masticar los alimentos. Si los tragamos enteros es muy probable que nos de una indigestión y que haya muy poco beneficio. Para que el alimento sea asimilable es necesaria la destrucción. Así como masticamos los alimentos, la agresión llevada a otros contextos está presente en la capacidad de pedir, de expresar, de aprender, de pensar, de crear, de ejecutar, etc.
Es posible que el miedo a nuestra agresividad se haya desarrollado si vivimos una situación en la que ‘agredir’ era peligroso. Un ejemplo: un niño tiene un padre agresivo. Es probable que este niño sienta mucho enojo y ganas de defenderse, pero quien está en frente es su padre a quien, por un lado ama y por otro es más grande y más fuerte que el. El mejor ajuste en esta situación es reprimir la agresividad y optar por bloquear sus sensaciones corporales o escaparse a un mundo mental.
A lo mejor no viviste algo tan extremo, pero quizás sí experimentaste alguna situación en la que tu agresión era peligrosa y optaste por una reacción sustituta como racionalizar, distraerte o escapar a la fantasía. Y hoy este puede haberse vuelto un mecanismo automático que te impide usar tu agresión cuando la necesitas